lunes, 6 de abril de 2015

TESTIGOS DE JESÚS


         Tengo por seguro que puedo decir, sin temor a equivocarme, que hoy hablaremos sobre un concepto al que tod@s somos llamad@s, A SER TESTIGOS DE JESÚS. Pero creo que en esta serie de artículos que quieren destacar el aspecto jurídico de los términos para encontrar una aplicación o trascendencia espiritual, no hay nada mejor que, tras haber visto lo que significan las ciudades de refugio y lo que suponía que el hijo menor le pidiera a su padre, en vida, la parte de la herencia que le correspondía, abordar el significado de ese llamado universal a dar testimonio de nuestro Amado Maestro de Nazaret.

 

               En el capítulo 1 del libro de los Hechos de los Apóstoles (o de los Hechos del Espíritu Santo…), podemos leer, en su verso 8: <<pero recibiréis poder cuando venga sobre vosotros el Espíritu Santo; y me seréis testigos, no sólo en Jerusalén, sino en toda Judea y Samaria, y hasta lo último de la tierra>> (El Nuevo Testamento, Biblia Textual, Reina Valera).

 

               Sobre la palabra testigos, conviene indicar que la misma proviene de la palabra griega Martus o Martur (ηάρτυς), de donde proviene la palabra castellana mártir, o sea, uno que da testimonio de algo mediante su propia muerte.

               Teniendo en cuenta esta etimología, que no deberemos perder de vista, lo cierto es que en derecho existen varias clases de testigos, pudiendo destacarse la existencia de testigos directos y oculares, testigos de referencia, incluso la clase más temida, los testigos falsos. 

               Indicativo del primer tipo de testigos, los directos y oculares, son claramente los discípulos que acompañaron a Jesús durante su ministerio, y los cuales pudieron ver y escuchar a Jesús directamente; testigos desde luego privilegiados, que pudieron recostarse con el Maestro a escuchar el Sermón del Monte, o ver los milagros que realizó, como la resurrección de lázaro; y dentro de esta clase de testigos, aquellos tres discípulos más íntimos que pudieron, por ejemplo, acompañarle en la transfiguración, o en el milagro de la resurección de la hija de Jairo (Mc. 5:37).

               Gracias al segundo tipo de testigos antes mencionados, los testigos de referencia, es que podemos conocer muchos detalles que, debidamente recopilados de los que bien lo fueron de manera directa o también por haber escuchado el testimonio de otros, pueden transmitirnos ese tipo de conocimiento y testimonio. De entre todos creo que merece destacarse como un buen testigo de referencia al amado médico Lucas, que comienza su Evangelio precisamente, en la dedicatoria a Teófilo, indicando que a él le diron testimonio precisamente testigos directos y presenciales de los hechos que narra (Lc. 1: 1-4).

               Otra categoría decíamos que es la de los testigos falsos, de los cuales podemos señalar a aquellos dos que en el juicio a Jesús ante el Sanedrín fueron presentados para que de manera ciertísima fuera condenado Jesús (Mat. 26:60).

               Si pensamos por un momento que el llamado universal que tod@s hemos recibido es el de ser testigos de Jesús, la pregunta que debemos de hacernos es la de qué tipo de testigos queremos ser: si queremos ser testigos directos y oculares de las cosas que Jesús hace en nuestras vidas y en las vidas de otros, o si vamos a ser testigos de lo que Jesús hace en las vidas de otros, o el peor de los casos, si es que vamos a ser testigos falsos de las cosas que Jesús ha hecho en nuestras vidas, pues no es valadí la propuesta que hoy hacemos, ya que sabemos que será nuestra propia vida la que dé el testimonio a los demás de lo que Jesús está haciendo en nosotros. Si predicamos por ejemplo del amor y del perdón, pero no amamos ni perdonamos en nuestros corazones, ¡testigos falsos seremos! Pero si vivimos lo que predicamos, ¡testigos verdaderos seremos de la gracia de Dios en nuestras vidas! A este tipo de testimonio es al que somos llamad@s.

 

Como siempre, desde el centro de Andalucía, ¡salga el sol por Antequera y el agua por Fuente Piedra!

sábado, 7 de junio de 2014

PADRE, DAME LA PARTE DE LA HERENCIA QUE ME CORRESPONDE

               Siguiendo con esta serie de artículos que pretende hablar de figuras jurídicas bíblicas, pero que tienen una trascendencia espiritual innegable, hoy hablaremos de la famosa parábola conocida como el Hijo Pródigo, aunque muchos somos ya los que preferimos llamarla la del Padre Amoroso.

                En el capítulo 15 del evangelio de Lucas, en el verso 12, encontramos la petición de un hijo, el menor de dos, a su padre: <<Padre, dame la parte de la herencia que me corresponde>>.

                Dejando de lado las muchísimas connotaciones que sobre esta parábola caben establecer, y siguiendo el sentido de esta “toga puesta”, nos centraremos en el contenido de la petición del hijo menor de que su padre le entregara la parte a la que legalmente tenía derecho.

                En Deuteronomio, capítulo 21, y versos 16 y 17 encontramos la ley que establecía la porción hereditaria que correspondería al hijo primogénito, estableciéndose que <<Cuando el hombre divida su herencia, no dará la mayor parte al hijo menor –el que tuvo con la esposa que ama- como si fuera el primer hijo varón. Deberá reconocer los derechos del hijo mayor –el que tuvo con la esposa que no ama- al darle la parte doble que le corresponde. Ese hijo es el primer fruto del vigor de su padre, y a él le corresponden los derechos del primer hijo varón>>

                Aquí encontramos que el primogénito tenía doble porción sobre el resto de los hijos, de manera que en nuestro pasaje el hijo menor le está pidiendo al padre que divida la herencia en tres tercios, y que le entregue uno de ellos a él, el que le corresponde, quedándose los otros dos tercios en poder del primogénito.

                Hasta aquí, nada nuevo que no supiésemos, pero lo interesante de la historia, es que legalmente, y conforme a normas consuetudinarias, o sea, conforme a la costumbre del lugar, ningún hijo podía pedir su parte de la herencia, salvo que el padre estuviera en los últimos días de su vida, lo que del texto no parece que sucediera.

                Vemos pues como la petición del hijo menor, pese a la apariencia de ser legal, en realidad escondía una ofensa mayor para el padre, ya que le estaba pidiendo en vida del padre lo que no le correspondía, lo que suponía que el hijo menor le estaba diciendo al padre que no le respetaba ni en vida, quería algo que legalmente le correspondía cuando el padre falleciera o estuviera en riesgo de muerte, pero que en realidad nunca luchó por ello, eran las heredades de su padre, no del hijo, que reclama como suyo lo que no le pertenecía.

                Y así sucede con el ser humano en relación con su padre celestial; creemos que nuestra vida nos pertenece, cuando en realidad nuestra vida forma parte de la inagotable herencia de Dios, y como el hijo menor, demandamos de nuestro Padre Celestial nuestra parte de la herencia, cuando aún no nos corresponde recibirla, de lo que seguiremos hablando en la próxima entrega.

Como siempre, desde el centro de Andalucía, ¡salga el sol por Antequera y el agua por Fuente Piedra!





Febrero 2014. Jesús Pedrosa Cruzado. 

domingo, 23 de febrero de 2014

CIUDADES DE REFUGIO

     Uno de los mejores regalos que en mi vida cristiana he recibido es el de la oportunidad de ser profesor en la Facultad de Teología de las Asambleas de Dios (antiguo CSTAD o Seminario), donde por dos años estuve impartiendo la asignatura de Historia de la Iglesia I, así como colaborando con alguna clase dentro de la asignatura de Teología Pastoral, en la que compartía sobre derechos y obligaciones relacionadas con el ejercicio del ministerio, y en la actualidad, y desde hace ya cuatro años, como profesor titular de la asignatura de Derecho Eclesiástico.

            Y es precisamente como consecuencia directa de dicha labor lectivo-académica, que tengo ocasión de explicar en muchas ocasiones a los estudiantes, algunos de ellos compañeros en el ministerio, y otros muchos llamados a ello en no mucho tiempo, algunas de las diferentes figuras jurídicas que se encuentran en la Palabra de Dios, y la riqueza que al texto bíblico puede aportar el conocer el contenido jurídico de expresiones como adopción, justicia, herencia, esclavitud, libertad, y un largo etcétera, que espero podamos ir desgranando a lo largo del tiempo, si es que esta columna, titulada “Con La Toga Puesta”, es del agrado de los lectores de la revista Kerigma.

            Así que para comenzar, quisiera en esta ocasión hablar de las CIUDADES DE REFUGIO, verdaderas y auténticas instituciones de derecho imprescindibles para la aplicación de una justicia inmediata para aquellas personas que podían refugiarse en ellas buscando salvar la vida, pero igualmente imprescindibles para entender la riqueza espiritual que estas instituciones jurídicas albergan, pudiendo salvar nuestra vida y la de muchos otros.
          
               En Números, capítulo 35, podemos leer: <<Habló Jehová a Moisés, diciendo: 10 Habla a los hijos de Israel, y diles: Cuando hayáis pasado al otro lado del Jordán a la tierra de Canaán, 11 os señalaréis ciudades, ciudades de refugio tendréis, donde huya el homicida que hiriere a alguno de muerte sin intención. 12 Y os serán aquellas ciudades para refugiarse del vengador, y no morirá el homicida hasta que entre en juicio delante de la congregación. 13 De las ciudades, pues, que daréis, tendréis seis ciudades de refugio. 14 Tres ciudades daréis a este lado del Jordán, y tres ciudades daréis en la tierra de Canaán, las cuales serán ciudades de refugio. 15 Estas seis ciudades serán de refugio para los hijos de Israel, y para el extranjero y el que more entre ellos, para que huya allá cualquiera que hiriere de muerte a otro sin intención. 16 Si con instrumento de hierro lo hiriere y muriere, homicida es; el homicida morirá. 17 Y si con piedra en la mano, que pueda dar muerte, lo hiriere y muriere, homicida es; el homicida morirá. 18 Y si con instrumento de palo en la mano, que pueda dar muerte, lo hiriere y muriere, homicida es; el homicida morirá. 19 El vengador de la sangre, él dará muerte al homicida; cuando lo encontrare, él lo matará. 20 Y si por odio lo empujó, o echó sobre él alguna cosa por asechanzas, y muere; 21 o por enemistad lo hirió con su mano, y murió, el heridor morirá; es homicida; el vengador de la sangre matará al homicida cuando lo encontrare. 22 Mas si casualmente lo empujó sin enemistades, o echó sobre él cualquier instrumento sin asechanzas, 23 o bien, sin verlo hizo caer sobre él alguna piedra que pudo matarlo, y muriere, y él no era su enemigo, ni procuraba su mal; 24 entonces la congregación juzgará entre el que causó la muerte y el vengador de la sangre conforme a estas leyes; 25 y la congregación librará al homicida de mano del vengador de la sangre, y la congregación lo hará volver a su ciudad de refugio, en la cual se había refugiado; y morará en ella hasta que muera el sumo sacerdote, el cual fue ungido con el aceite santo. 26 Mas si el homicida saliere fuera de los límites de su ciudad de refugio, en la cual se refugió, 27 y el vengador de la sangre le hallare fuera del límite de la ciudad de su refugio, y el vengador de la sangre matare al homicida, no se le culpará por ello; 28 pues en su ciudad de refugio deberá aquél habitar hasta que muera el sumo sacerdote; y después que haya muerto el sumo sacerdote, el homicida volverá a la tierra de su posesión.>>
                                       
             Para muchos de nosotros la Ley del Talión, el famoso ojo por ojo, diente por diente, es una barbaridad, contemplado desde nuestra moderna  cultura europea, pero debemos tener en cuenta que dicha Ley en realidad obedecía a un principio de justicia retributiva, que es quizá el principio de justicia más primario en el ser humano: el que la hace la paga, pero que a su vez es un avance respecto de otro instinto igualmente humano y primario como es el de la venganza, el cual aún se mantiene en algunas culturas, y que supone a la larga una toma de justicia por el más fuerte. Así pues, cuando Dios ordena la Ley del Talión, en realidad está legislando (sí, además de Dios creador, podemos hablar de Dios como legislador…), con la intención de que la venganza tenga un límite precisamente en el mismo daño causado, y por lo tanto eliminando la posibilidad de que la violencia vaya en aumento sin que pueda tener fin. Y este tipo de legislación, era desde luego algo muy avanzado en la época en la que el pueblo de Israel la recibió de parte de Dios, pues en ningún sistema legal se encontraba tal limitación.

            De esta manera, el vengador de la sangre, se convertía en un administrador de justicia retributiva, tanto por tanto, pero a la vez se convertía en un secante de la venganza, lo que sin duda era una protección para la familia, la estirpe, el clan, en definitiva, el futuro del pueblo escogido.

            No obstante, vemos como en la voluntad de Dios no estaba solo el limitar la venganza, sino que en una clara muestra de su omnipotente sabiduría y misericordia, establece una legislación específica para aquellos supuestos en los que la aplicación estricta de la Ley del Talión causaría una verdadera injusticia, pues el que provocaba la muerte de su prójimo de modo accidental vería como la aplicación estricta de la ley se volvía en su contra, ya que él recibiría la muerte de manera no accidental, sino deliberada, por el vengador de la sangre, pagándose lo accidental con un acto deliberado, aunque eso sí, un acto legal, pues era aplicación de la Ley del Talión.

            Y es en este contexto en el que toma relevancia el establecimiento por parte de Dios de una normativa legal que tiende a establecer un puente entre la letra escrita y el espíritu de esa ley escrita, asignando una provisión terrenal donde el que de manera accidental causa la muerte de su prójimo pueda refugiarse del que por ley quiere vengar la sangre derramada de su pariente.

            Estas ciudades se diseñan geográficamente de manera que tres de ellas quedaban al oriente del Jordán, y otras tres al occidente, siendo curioso que la distancia entre cada una de ellas no era superior a los actuales 110 kilómetros, lo que nos lleva a deducir que la mayor distancia que cualquier homicida involuntario tendría que recorrer era de 55 kilómetros,  una muestra más de la verdadera justicia establecida por Dios, aún en los tiempos en los que la gracia no había sido todavía derramada gratuitamente; é igualmente importante es el dato de que las direcciones a dichas ciudades debían de estar perfectamente indicadas é identificadas, así como que la tradición de los rabinos extremó el sentido de urgencia hasta el punto de exigir que los caminos hacia dichas ciudades no solo estuvieran limpios de piedras y obstáculos que pudieran impedir la huida del homicida involuntario, sino que incluso debían estar limpios de manera que <<no podía quedar ni una paja en el camino>>, no fuera ser que provocase un resbalón y como consecuencia de ello no pudiera acceder a la ciudad de refugio.

          Son muchas las enseñanzas que podemos extraer de esta figura auténticamente jurídica, si nos detuviésemos por ejemplo en que no solo se permitía el refugio del israelita, sino también del extranjero que habitare con él, una legislación nuevamente avanzadísima en el tiempo (incluso al día de hoy me atrevería a decir, vista la legislación sobre extranjería que tenemos…), o sobre el destierro en la propia ciudad de refugio hasta la muerte del sumo sacerdote, o sobre el servicio de los levitas en dichas ciudades como parte de su heredad, … , pero hoy nos centraremos en el significado de la propia ciudad como refugio, es decir, como un lugar seguro al que acudir para obtener la salvación.

           Creo que es una obviedad indicar a estas alturas que la provisión de Dios al establecer las Ciudades de Refugio nos habla claramente de la misericordia de Dios, quien lejos de aplicar la ley escrita (el ojo por ojo), contempla una excepción para el que involuntariamente causó la muerte del prójimo pueda salvar su vida, pero además quisiera destacar que cuando Jesús habló a Pedro, después de la confesión de éste respecto al reconocimiento de su maestro como el Cristo, como el Hijo del Dios viviente (Mat. 16: 13-20), é indicó que sobre ese principio edificaría su iglesia, no estaba sino estableciendo nuevas ciudades de refugio en todo lugar donde fuere predicado el evangelio.

            Y  es que nosotros, su iglesia, no somos sino ciudades de refugio donde el que por ley está condenado a muerte (por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios…) puede refugiarse y alcanzar la misericordia su vida, salvándola y debiendo permanecer en ella para no perder su vida. Es exactamente igual que aquél que buscaba refugio después de dar muerte accidental al prójimo, pues ciertamente ninguno de nosotros ha provocado la muerte física de otro semejante, pero sin embargo todos nosotros somos pecadores y en aplicación de la ley estricta, estamos lejos de poder acceder a la presencia de Aquél que es tres veces Santo, salvo si nos acercamos a la iglesia que Jesús fundó, encontramos su refugio y permanecemos en ella.

            Observemos que el homicida que era acogido en una ciudad de refugio no podía abandonarla hasta que el Sumo Sacerdote hubiera fallecido, sopena de poder encontrar la muerte de manos del vengador de la sangre, y nosotros tenemos el privilegio de que ya el auténtico Sumo Sacerdote, del que aquellos no eran sino figura, ya murió por nosotros, de forma que nadie puede vengar la muerte de nuestros pecados, pues han sido perdonados por el Cordero perfecto.

            Una última reflexión que quisiera comentar es aquella que hace mención a que las ciudades de refugio debían estar perfectamente identificadas y señaladas, y que ningún obstáculo debía existir en el camino de acceso a ellas, lo que me lleva a pensar si algunas veces nosotros, la Iglesia, verdaderamente tenemos los caminos a la salvación bien señalados é identificados para el pecador, o incluso si no somos nosotros mismos los que ponemos obstáculos é impedimentos para que los perdidos puedan alcanzar las actuales ciudades de refugio donde  obtener salvación.

Como siempre, desde el centro de Andalucía, ¡salga el sol por Antequera y el agua por Fuente Piedra!





Octubre 2013. Jesús Pedrosa Cruzado. 

domingo, 26 de enero de 2014

EN HOMENAJE A ANTONIO POZUELO

Escribía el día 08 de noviembre de  2013, en mi perfil de facebook, la siguiente frase: 

El silencio a veces es un signo inequívoco de vergüenza, o de indiferencia, o de complicidad. Hoy mi silencio es producto de un profundo DOLOR. El café en Peniel, a las 7:15 de la mañana nunca sabrá igual; pero siempre estará el aroma del café. DEP

Esta frase iba dedicada a mi buen amigo Antonio Pozuelo López, quien partió para reunirse con su Señor muy pronto, demasiado pronto..., por lo menos para nosotros, aunque sabemos y estamos confiados de que el propósito de su creador es el perfecto, y nosotros ahora vemos  las cosas como a través de un espejo, pero llegará un día en que estemos juntos y lo veremos todo cara a cara. Ese día ya no habrá más dolor, ni más lágrimas, y nuestro mismo Dios enjugará cada una de ellas.

A mi buen amigo Antonio yo no lo puedo definir, pero sí que puedo decir que fue un hombre cariñoso, amable, amigable, compañero, entregado, desprendido, comprometido, sincero, valiente, consecuente, y podría seguir desgranando muchos más calificativos para tratar de acercarme al buen ser humano y persona que tuve el privilegio de conocer y ser su amigo.

Recuerdo mi última conversación con él, sentado, como siempre, en el porche trasero de la cocina de Peniel, al lado del economato... Su gran preocupación no era su salud, sino sus "niñas", y el difícil y complicado año que les había tocado vivir.

La verdad que nunca tuve una respuesta para éso, solo podía decirle, con todo el cariño y respeto, que a veces Dios hace cosas que no tienen sentido para nosotros, y es el amor a El lo único que nos da las fuerzas necesarias para ser obedientes a su voluntad, aunque sea trágica. 

No pude asistir a tu funeral, ...., por eso estas palabras, porque creo que este pequeño tributo es necesario, y porque quiero hacerlo en homenaje a un hombre que me enseñó tantas cosas. Y espero que Mari Carmen, María y Sandra puedan entender y respetar estas letras escritas pausadamente, con todo mi amor para ellas.
Antonio con sus niñas
Sé que alguno me dirá con la siguiente frase que no soy nada bíblico, pero hoy me voy a permitir la licencia: quizás ahora estés en el cielo preparando el café todas las mañanas a las 7:15, como hacías en PENIEL, aquí nos ha quedado impregnado su aroma.

Como siempre, y a partir de ahora, desde el centro de Andalucía, ¡salga el sol por Antequera!


sábado, 27 de julio de 2013

PREDÍCAME CURA, PREDÍCAME FRAILE

Hace ya muchos años, y no quiero que esto parezca el comienzo de un cuento de niños, aunque algo de cuento sí que tiene, recibía una enseñanza que nunca he olvidado, junto con otros muchos jóvenes que nos congregábamos en el mes de agosto en Sierra Morena (sí sé que estoy un poco loco por ir en pleno mes de agosto a una sierra donde se alcanza temperaturas a la sombra de 32ºC), de parte de un ex-sacerdote católico que perteneció a la orden de los Maristas. 

En aquella mañana calurosa que todavía retengo nítidamente en mis pupilas, la enseñanza versaba sobre el comportamiento que como cristianos debemos mantener, siendo fieles no solo en espíritu sino también en nuestro diario vivir, a las enseñanzas del Maestro de Nazaret.

Y para ilustrar el mensaje que nos quería transmitir, apeló al refranero español y nos dijo que no fuésemos como aquellos que acuden religiosamente a escuchar las homilías o sermones cada domingo a la misa de 12 y en su fuero interno están pensando: predícame cura, predícame fraile, que por un oído me entra y por el otro me sale.

Esta frase contiene en pocas palabras una definición perfecta de lo que es una conducta cristiana cauterizada, en palabras del apóstol Pablo, así como también una definición perfecta de lo que el apóstol Santiago (el hermano de Jesús) nos describe en su epístola respecto de una conducta religiosa alejada del verdadero sentido cristiano.

Es triste comprobar como no solo desde las personas religiosas que acuden fielmente a los diferentes servicios religiosos se sigue manteniendo esta conducta, porqué no decirlo, hipócrita, sino que igualmente desde los que ofrecen dichos servicios religiosos ésta conducta es demasiadas veces la que podemos encontrarnos. 

¿Cómo podremos aconsejar a otros que perdonen si nosotros no somos los primeros en hacerlo?

La única oración que el Maestro de Nazaret nos enseñó contiene una ética del comportamiento cristiano fácil de entender, aunque difícil de practicar: <<y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores...>>

Este principio de reciprocidad contiene como digo una ética cristiana sencilla, no requiere de circunloquios para poder ser entendida, es un llamamiento al perdón como acto, como decisión, nunca como un sentimiento...

No es fácil perdonar a los que nos deben, a los que nos han herido, a los que nos han ignorado, a los que nos han engañado, y así podría seguir la lista de las deudas..., pero A TODOS, debemos perdonar, o caso contrario difícil se nos hará el padrenuestro que tan de memoria nos sabemos.

Desde este espacio abierto al ciberespacio, pido perdón, no soy perfecto, ni lo pretendo, cuando he dañado y he sido consciente he pedido perdón, me he ofrecido a restaurar y he restaurado, nunca ha permanecido impasible. 

Nuestra actitud puede ser la de crear una raíz de amargura, encerrarnos en nuestra propia justicia, y exigir un pago por la ofensa, en lugar de ofrecer el perdón.

He predicado desde el púlpito el perdón al que me ofende, y lo he practicado, y he obtenido una verdadera liberación, por lo que desde estas líneas no puedo sino recomendarlo.

Ahora, NO ES FÁCIL perdonar a quienes nos deben, nos ofenden, nos critican, hablan mal de nosotros, albergan odio en sus corazones contra nosotros, etc..., pero solo con el poder del Espíritu Santo podremos conseguirlo, porque humanamente se antoja difícil...

Como siempre, desde el centro de Andalucía, ¡salga el sol por Antequera!  




domingo, 20 de enero de 2013

TRIBUTO A LA CABINA

Acabamos de cumplir 40 años de la genial obra de TV "La Cabina", dirigida en 1972 por el no menos genial Antonio Mercero é interpretada genialmente (hoy la cosa va de genios...)  por José Luis López Vázquez.

Siempre me ha impresionado este corto de televisión, desde que lo ví muy pequeñito y nadie lo entendía, ..., por lo menos en el ambiente en el que yo me movía.

Ver la angustia del actor principal, encerrado en una cabina de teléfonos, donde no puede ni siquiera comunicarse con nadie del exterior, cuando lo cierto es que un teléfono precisamente es un instrumento para todo lo contrario, para poder comunicarte muy lejos (tele...)

Nadie tiene solución para aliviar siquiera su angustia, no para encontrar solución, ni los técnicos, ni la policía, ni nada ni nadie, abocado a un final trágico, la muerte en desesperación.

Mucho se ha escrito sobre el verdadero sentido, aunque es sabido que se trataba de una crítica al franquismo, ese sistema político que impedía a sus ciudadanos cualquier contacto con el exterior y asfixiaba a los que precisamente tenían ese anhelo. Es curioso que consiguiera un Emmy, un galardón extranjero, ..., cumpliéndose aquello de que nadie es profeta en su tierra.

Pero hay explicaciones para todos los gustos, pudiendo entender que es una crítica a los sistemas comunistas, que, al igual que la cabina era algo tecnológico y por lo tanto de innovación, introducen sus teorías en contra de los regímenes consolidados que funcionan correctamente...; o podemos ver en la actualidad que se trata de una crítica a la prensa rosa, que es capaz de transmitir en directo la miseria humana y el drama humano, sin importarle nada...; o es una crítica en fin de cualquier sistema que te hace ser esclavo sin posibilidad de liberación, como pueden ser las hipotecas a 25 años o los contratos de permanencia en las companías telefónicas...

Como siempre, y es el sentido de este escupitajo (te recomiendo que leas la primera entrada de este blog para que entiendas lo que digo con lo de escupitajo), la iglesia no puede convertirse en un "sistema" que ahoga, pues como dijo el apóstol Pablo en la carta a los gálatas, a libertad hemos sido llamados, y en este sentido predicó el domingo pasado mi médico del cuerpo y del alma particular, mi buen amigo Martín González.

Amemos esa libertad con la que Cristo nos libertó, nos rescató, a nosotros, que estábamos muertos en nuestros delitos y pecados, y nos dio vida nueva, abundante, llamándonos a no estar ni sentirnos oprimidos por nada ni por nadie.

Desde el centro de Andalucía, ¡salga el sol por Antequera!



sábado, 24 de marzo de 2012

LA MAREA ROJA

Cuando la selección española de fútbol ganó la eurocopa del año 2008 frente a la selección alemana, y posteriormente cuando en el 2010 ganó el mundial frente a la selección holandesa, toda España se convirtió en una gran marea roja, una influencia social en la que todo hijo de vecino se pintó la cara con los colores de la bandera y las camisetas rojas abundaban por todas las ciudades del suelo patrio.

Hace unos meses, primeramente en el campamento de verano de la Iglesia de Amor Cristiano en la sierra de Córdoba invitado por su director Samuel Rubio y por su pastor Esteban Muñoz, y posteriormente en San Fernando, en la Iglesia de Asambleas de Dios que pastorea Miguel Pujol (vaya por delante, todos muy buenos amigos míos), tuve la oportunidad de compartir acerca del provecho que supone para las cebras africanas desplazarse siempre en manada.

Basta realizar en youtube una simple búsqueda con la entrada "cebras ataque leones" para poder visualizar un vídeo explicativo acerca de la ventaja de las cebras de estar siempre en manada en mitad de la selva, y cómo ello les supone una importante medida de protección contra los ataques del león.


Las franjas blancas y negras de las cebras confunden la vista de los leones, de modo que cuando se encuentran en la manada, los leones no pueden distinguir dónde empieza una cebra y dónde termina otra, esa unión de la manada crea una confusión en los leones de modo que no pueden atacar, por no poder distinguir la presa o víctima.

Algo parecido sucede en el mundo espiritual: el apóstol Pedro nos advierte de que nuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar... (1ª Pedro, capítulo 5, verso 8).

Y sabemos que los leones atacan a las presas más débiles, a las más jóvenes e inexpertas o a las más viejas y cansadas, y en el caso de las cebras, a las que se alejan de la manada, a las que no están juntas y por lo tanto son bien visibles.

Es un hecho que los cristianos, en el mundo, destacamos como las cebras por nuestro color, que no es otro que la sangre bermeja de Cristo, la que nos salva y nos limpia de todo pecado. Y es igualmente un hecho que los cristianos estamos llamados a ser uno, solamente uno, igual que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo uno son.

Y cuando estamos juntos, estamos en manada, es cuando el mundo puede ver una gran MAREA ROJA de personas entregadas al servicio del Maestro de Nazaret y Señor, donde el adversario o enemigo no puede atacar, porque no puede distinguir dónde empieza y dónde acaba el Cuerpo de Cristo...

Estamos llamados a permanecer en manada... aún con nuestras diferencias, pero en manada es en el único sitio donde nunca podremos ser atacados.

Desde el centro de Andalucía, ¡salga el sol por Antequera!