lunes, 6 de abril de 2015

TESTIGOS DE JESÚS


         Tengo por seguro que puedo decir, sin temor a equivocarme, que hoy hablaremos sobre un concepto al que tod@s somos llamad@s, A SER TESTIGOS DE JESÚS. Pero creo que en esta serie de artículos que quieren destacar el aspecto jurídico de los términos para encontrar una aplicación o trascendencia espiritual, no hay nada mejor que, tras haber visto lo que significan las ciudades de refugio y lo que suponía que el hijo menor le pidiera a su padre, en vida, la parte de la herencia que le correspondía, abordar el significado de ese llamado universal a dar testimonio de nuestro Amado Maestro de Nazaret.

 

               En el capítulo 1 del libro de los Hechos de los Apóstoles (o de los Hechos del Espíritu Santo…), podemos leer, en su verso 8: <<pero recibiréis poder cuando venga sobre vosotros el Espíritu Santo; y me seréis testigos, no sólo en Jerusalén, sino en toda Judea y Samaria, y hasta lo último de la tierra>> (El Nuevo Testamento, Biblia Textual, Reina Valera).

 

               Sobre la palabra testigos, conviene indicar que la misma proviene de la palabra griega Martus o Martur (ηάρτυς), de donde proviene la palabra castellana mártir, o sea, uno que da testimonio de algo mediante su propia muerte.

               Teniendo en cuenta esta etimología, que no deberemos perder de vista, lo cierto es que en derecho existen varias clases de testigos, pudiendo destacarse la existencia de testigos directos y oculares, testigos de referencia, incluso la clase más temida, los testigos falsos. 

               Indicativo del primer tipo de testigos, los directos y oculares, son claramente los discípulos que acompañaron a Jesús durante su ministerio, y los cuales pudieron ver y escuchar a Jesús directamente; testigos desde luego privilegiados, que pudieron recostarse con el Maestro a escuchar el Sermón del Monte, o ver los milagros que realizó, como la resurrección de lázaro; y dentro de esta clase de testigos, aquellos tres discípulos más íntimos que pudieron, por ejemplo, acompañarle en la transfiguración, o en el milagro de la resurección de la hija de Jairo (Mc. 5:37).

               Gracias al segundo tipo de testigos antes mencionados, los testigos de referencia, es que podemos conocer muchos detalles que, debidamente recopilados de los que bien lo fueron de manera directa o también por haber escuchado el testimonio de otros, pueden transmitirnos ese tipo de conocimiento y testimonio. De entre todos creo que merece destacarse como un buen testigo de referencia al amado médico Lucas, que comienza su Evangelio precisamente, en la dedicatoria a Teófilo, indicando que a él le diron testimonio precisamente testigos directos y presenciales de los hechos que narra (Lc. 1: 1-4).

               Otra categoría decíamos que es la de los testigos falsos, de los cuales podemos señalar a aquellos dos que en el juicio a Jesús ante el Sanedrín fueron presentados para que de manera ciertísima fuera condenado Jesús (Mat. 26:60).

               Si pensamos por un momento que el llamado universal que tod@s hemos recibido es el de ser testigos de Jesús, la pregunta que debemos de hacernos es la de qué tipo de testigos queremos ser: si queremos ser testigos directos y oculares de las cosas que Jesús hace en nuestras vidas y en las vidas de otros, o si vamos a ser testigos de lo que Jesús hace en las vidas de otros, o el peor de los casos, si es que vamos a ser testigos falsos de las cosas que Jesús ha hecho en nuestras vidas, pues no es valadí la propuesta que hoy hacemos, ya que sabemos que será nuestra propia vida la que dé el testimonio a los demás de lo que Jesús está haciendo en nosotros. Si predicamos por ejemplo del amor y del perdón, pero no amamos ni perdonamos en nuestros corazones, ¡testigos falsos seremos! Pero si vivimos lo que predicamos, ¡testigos verdaderos seremos de la gracia de Dios en nuestras vidas! A este tipo de testimonio es al que somos llamad@s.

 

Como siempre, desde el centro de Andalucía, ¡salga el sol por Antequera y el agua por Fuente Piedra!