sábado, 19 de marzo de 2011

VERDADEANDO EN AMOR

Hace unas semanas predicaba en la iglesia en Antequera acerca del texto de la carta del apóstol Pablo a los Efesios, en el capítulo 4, verso 15.

En la versión Reina-Valera del 1960 podemos leer el verso así: <<sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo>>; en la versión Nueva Versión Internacional podemos leer el verso así: <<más bien, al vivir la verdad con amor, creceremos hasta ser en todo como aquel que es la cabeza, es decir, Cristo>>

Seguir la verdad, vivir la verdad, la verdad, parece lo mismo, ¿verdad?

Este juego de palabras es solo para comenzar a expresar lo que en algunos comentarios del libro de Efesios podemos ver con relación al verso del que hablamos; lo que más me impacta es poder traducir, eso sí, con cierta libertad, este verso como <<verdadeando en amor>>; es decir practicando continuamente la verdad, pero con amor, pues muchas veces o en muchas ocasiones aprovechamos el hecho de tener la verdad para decirla como una espada, como una daga corta, como un hachazo, ..., en resumen, para hacer daño.

Creo que como seres humanos sentimos un placer íntimo cuando, teniendo la verdad, podemos hacer daño con ella; no sé, pero ocurre así, nuestra naturaleza tiende a ello de una manera automática, no hace falta pararse a pensar demasiado, es verdad y por lo tanto, hay que asumirlo.

Recientemente encontré una nota de prensa que venía a ejemplificar de lo que hablo: me refiero a las declaraciones realizadas por el jugador de fútbol de nacionalidad camerunés, que militó en el Real Madrid, en el Mallorca y en el Barcelona, Samuel Etoó. El mismo, según podemos leer en la edición digital del diario Marca, <<salió en defensa de su ex entrenador en el Inter, José Mourinho, de quien valoró su sinceridad y el hecho de decir siempre lo que piensa moleste a quien moleste. "Mourinho siempre dice su verdad, lo que cree que es justo, aunque moleste y duela a mucha gente", señaló en una entrevista a RTVE>>.

Esto es muy habitual en nuestra sociedad postmoderna; yo digo mi verdad, yo mantengo mi justicia, moleste a quien moleste, y además se considera un valor positivo y digno de imitar, porque se ampara bajo una túnica de sinceridad, y es preferible ser sincero y decir lo que se piensa, aunque eso moleste, o no decirlo, o lo que es peor, a decirlo a escondidas.

Pero yo veo en el Maestro de Nazaret una cosa muy distinta: verdadear en amor, decir la verdad, sí, pero importando si molesta; decir la verdad, sí, pero importando si mi verdad va a doler, si va a hacer daño. Cuando el Maestro de Nazaret habló por última vez con Judas, durante su entrega, le dijo la verdad, pero le llamó amigo... Conociendo Jesús que aquél beso era la señal de la mayor traición, verdadeó en amor y ofreció a Judas su amistad...

Reconozco que en muchas ocasiones he usado de la verdad y he hecho daño; he pedido perdón y he prometido restaurar el daño, aunque eso depende de terceros, pues tienen que perdonar y dejar restaurar, lo que tampoco es fácil, pero de eso hablaremos en otro escupitajo

Desde el centro de Andalucía, ¡salgal el sol por Antequera!