sábado, 27 de julio de 2013

PREDÍCAME CURA, PREDÍCAME FRAILE

Hace ya muchos años, y no quiero que esto parezca el comienzo de un cuento de niños, aunque algo de cuento sí que tiene, recibía una enseñanza que nunca he olvidado, junto con otros muchos jóvenes que nos congregábamos en el mes de agosto en Sierra Morena (sí sé que estoy un poco loco por ir en pleno mes de agosto a una sierra donde se alcanza temperaturas a la sombra de 32ºC), de parte de un ex-sacerdote católico que perteneció a la orden de los Maristas. 

En aquella mañana calurosa que todavía retengo nítidamente en mis pupilas, la enseñanza versaba sobre el comportamiento que como cristianos debemos mantener, siendo fieles no solo en espíritu sino también en nuestro diario vivir, a las enseñanzas del Maestro de Nazaret.

Y para ilustrar el mensaje que nos quería transmitir, apeló al refranero español y nos dijo que no fuésemos como aquellos que acuden religiosamente a escuchar las homilías o sermones cada domingo a la misa de 12 y en su fuero interno están pensando: predícame cura, predícame fraile, que por un oído me entra y por el otro me sale.

Esta frase contiene en pocas palabras una definición perfecta de lo que es una conducta cristiana cauterizada, en palabras del apóstol Pablo, así como también una definición perfecta de lo que el apóstol Santiago (el hermano de Jesús) nos describe en su epístola respecto de una conducta religiosa alejada del verdadero sentido cristiano.

Es triste comprobar como no solo desde las personas religiosas que acuden fielmente a los diferentes servicios religiosos se sigue manteniendo esta conducta, porqué no decirlo, hipócrita, sino que igualmente desde los que ofrecen dichos servicios religiosos ésta conducta es demasiadas veces la que podemos encontrarnos. 

¿Cómo podremos aconsejar a otros que perdonen si nosotros no somos los primeros en hacerlo?

La única oración que el Maestro de Nazaret nos enseñó contiene una ética del comportamiento cristiano fácil de entender, aunque difícil de practicar: <<y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores...>>

Este principio de reciprocidad contiene como digo una ética cristiana sencilla, no requiere de circunloquios para poder ser entendida, es un llamamiento al perdón como acto, como decisión, nunca como un sentimiento...

No es fácil perdonar a los que nos deben, a los que nos han herido, a los que nos han ignorado, a los que nos han engañado, y así podría seguir la lista de las deudas..., pero A TODOS, debemos perdonar, o caso contrario difícil se nos hará el padrenuestro que tan de memoria nos sabemos.

Desde este espacio abierto al ciberespacio, pido perdón, no soy perfecto, ni lo pretendo, cuando he dañado y he sido consciente he pedido perdón, me he ofrecido a restaurar y he restaurado, nunca ha permanecido impasible. 

Nuestra actitud puede ser la de crear una raíz de amargura, encerrarnos en nuestra propia justicia, y exigir un pago por la ofensa, en lugar de ofrecer el perdón.

He predicado desde el púlpito el perdón al que me ofende, y lo he practicado, y he obtenido una verdadera liberación, por lo que desde estas líneas no puedo sino recomendarlo.

Ahora, NO ES FÁCIL perdonar a quienes nos deben, nos ofenden, nos critican, hablan mal de nosotros, albergan odio en sus corazones contra nosotros, etc..., pero solo con el poder del Espíritu Santo podremos conseguirlo, porque humanamente se antoja difícil...

Como siempre, desde el centro de Andalucía, ¡salga el sol por Antequera!  




No hay comentarios:

Publicar un comentario